Ricardo Alemán
Itinerario Político
25 de septiembre de 2008
* Tabasco: la ley del AR-15. Muerto por criticar a secuestradores
* El crimen de Alejandro Fonseca, contra la libertad de expresión
Pareciera que ya es inútil el “¡Ya basta!”. Parece que ya sólo caben resignación y preguntar: ¿Quién sigue? ¿Hasta cuándo?
Y es que en el Tabasco de Andrés Granier y en la Villahermosa de Evaristo Hernández —como en la clásica de José Alfredo Jiménez— la vida no vale nada. En la capital de Tabasco ya no sólo se matan entre sí las bandas criminales, ya no sólo se enfrentan policías y ladrones, ya no sólo se secuestra a ricos, pobres y clases medias… No, ahora los criminales y los secuestradores asesinan a mansalva a los comunicadores que desde su tribuna mediática pregonaban el “¡Ya basta!” precisamente contra los secuestradores.
La noche del pasado martes —a las 21:00 horas—, en la transitada esquina de las calles de Paseo Tabasco y Adolfo Ruiz Cortines, el locutor de la frecuencia EXA FM Alejandro Fonseca Estrada colocaba mantas de repudio al secuestro que, entre otras cosas, señalaban: “El secuestro vive hasta que el ciudadano quiere”. “No al miedo, al secuestro, a la impunidad, a la mentira”. De manera repentina y frente a un grupo de ayudantes, varios hombres encapuchados bajaron de una camioneta con placas del estado de Texas, y a quemarropa le dispararon en el pecho.
Fonseca Estrada —que falleció en un hospital poco después de recibir los primeros auxilios— era un popular conductor del programa familiar de revista conocido como El Padrino —en el que interactuaba sobre todo con niños y padres de familia—, desde cuyas frecuencias había iniciado una campaña mediática contra la incontenible ola de secuestros que padecen los tabasqueños de todos los rincones; contra la complicidad de policías, autoridades municipales y estatales con los criminales secuestradores y narcotraficantes. En general, se había propuesto denunciar la impunidad.
Pero en Tabasco, en Villahermosa, el ejercicio de la libertad de expresión de un conductor de radio que protestaba contra el flagelo del secuestro, parece ser lo mismo que contar con un pasaporte para ser asesinado. Y es que el artero crimen de Alejandro Fonseca Estrada no es uno más de los hechos criminales que en los meses recientes han obligado a decenas de familias y empresarios a abandonar el estado; no es un número más en esa estadística.
En realidad, el crimen de Alejandro Fonseca Estrada es mucho más que un número en la estadística de muerte y terror que se vive en Tabasco y en Villahermosa; es un escalón más —de esa incontenible escalada— de la criminalidad en todo el país. ¿Por qué? Porque a pesar de que mereció un bajo perfil mediático, el de Fonseca Estrada es un asesinato vinculado con el crimen organizado, en su vertiente del secuestro, que debe ser visto a la par de los 12 decapitados en Yucatán, de los 24 asesinados en La Marquesa y del ataque de terror lanzado contra la población indefensa en Morelia, Michoacán. ¿Por qué?, se debe insistir.
Porque en el fondo, el crimen fue cometido para callar, por medio de las balas, una voz que se alza contra los criminales. Porque Alejandro Fonseca Estrada inició una campaña contra el secuestro y, según diversas versiones no oficiales, pudo haber sido ultimado por policías estatales y/o municipales vinculados con el secuestro; porque sólo faltaba el asesinato de periodistas justo en el momento en que ejercía la libertad para expresar su rechazo al secuestro, a la impunidad, a la complicidad.
El crimen contra Alejandro Fonseca —periodista, comunicador, conductor de radio, pero, sobre todo, ciudadano comprometido— es un crimen contra las libertades básicas en la democracia, como la de expresión. Acaso la única herramienta que aún poseen los ciudadanos y que se resume en esa institución intangible —pero fundamental para la democracia— que es la opinión pública.
Alejandro Fonseca Estrada ejerció esa libertad para advertir a los delincuentes precisamente que “El secuestrador vive hasta que el ciudadano quiere”; se jugó la vida para advertir a los secuestradores que los ciudadanos dicen: “No al miedo… a la impunidad, a la mentira”.
Al callar a balazos la voz de Alejandro Fonseca, los criminales enviaron otro mensaje de terror, de miedo, de que no valen nada ni la policía municipal ni la estatal —porque entre ellos están los criminales— y que son figuras decorativas gobernantes como Andrés Granier y Evaristo Hernández. En Villahermosa y en Tabasco la muerte tiene permiso. ¿Quién sigue? ¿Hasta cuándo?
EN EL CAMINO
Por cierto, dicen los que saben que en Tabasco se vive no sólo una tragedia de inseguridad, sino la ruina moral del trópico, donde todo se mueve por y para el dinero. Gobierno con la burocracia más abultada del mundo: 80 mil salarios y una capital que se ahoga… en la mediocridad.
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